Por Jesús De Pablo Becerra
Por Jesús De Pablo Becerra

Desde hace algún tiempo el tema de la migración en nuestro país se ha constituido en parte importante de la agenda pública, por lo que se decidido a tomar muy en cuenta, puesto que los números de migrantes que recibimos a diario, ha aumentado considerablemente.

En el trascurso de las diferentes etapas del devenir de la humanidad, el hombre aún primitivo tuvo la necesidad de buscar nuevos espacios de bienestar, siendo en sus inicios una sociedad de gran movilidad territorial o transhumancia, como una forma de búsqueda de alimento, de refugio, de un lugar seguro para su prole. Es así que de pronto se comenzaron a producir diversas invasiones de territorios, ocupados éstos o no, siendo muchas  de ellas pacíficas como las de los Visigodos, los Alanos, los Ostrogodos, los Celtas, los Etruscos, etc;  y por otro lado hubo otras que fueron de carácter violento, tales como las de los Hunos, los Griegos, los Romanos, los Musulmanes, los Normandos, etc;  dando éstas lugar a grandes imperios de dominio y sometimiento. Luego conocimos el período del colonialismo, fenómeno que se produjo motivado por hallar territorios de gran riqueza, situados más allá de todo lo conocido, como América, África, Oceanía, y Australia.

Es así que podemos apreciar a través de las diferentes civilizaciones, el hombre ha demostrado una necesidad permanente de buscar nuevos horizontes, yendo y viniendo por todos los rincones de la tierra, por cierto que causadas por diversas razones.

En nuestro país, no es un proceso nuevo, ya tuvimos en el pasado el ingreso a nuestro territorio a italianos, alemanes, españoles, franceses, libaneses, sirios, en cantidades apreciables, fenómeno que en estos últimos años hemos podido volver a apreciar con gran claridad el ingreso masivo de extranjeros, su mayoría de América Latina. Sin entrar a mencionar cifras, podemos recabar en los datos duros, que la mayor cantidad de migrantes son principalmente de Perú, Venezuela, Haití, Colombia, Bolivia, y Ecuador; y en menor cantidad del resto de los países latinoamericanos, los que buscan su residencia en nuestro país para lograr una mejor calidad de vida, qué duda cabe, en la mayoría de los casos esta migración no solo obedece a una búsqueda de mejores expectativas tanto en lo económico como en lo social, también como una búsqueda de estabilidad y seguridad personal en todos los aspectos de convivencia, lo que por cierto me es muy razonable.

Este aumento de la población migrante en Chile nos ha llevado a plantearnos nuevos desafíos tanto en lo político así como en lo social. A su vez, es posible visualizar que todos los estudios hechos en esta materia, no siempre nos ofrecen toda la información necesaria para estructurar coordinaciones entre servicios públicos, sociedad civil y la población migrante, donde los derechos de esta última en muchas ocasiones son vulnerados por desconocimiento de la normativa actual. Normativa que en la dinámica ha quedado obsoleta, no respondiendo a las condiciones actuales, lo cual nos señala que urge una nueva Ley de Inmigración.

Lo cierto es que según el Departamento de Extranjería y Migración, se estima que alrededor del 2,8% del total de la población residente en el país es extranjera, cifra que aparece baja, pero que en lo esencial representa un llamado de atención toda vez que esta irá paulatinamente en aumento.

Por lo tanto, se hace necesario informar, sensibilizar y proporcionar herramientas y técnicas para abordar dicho fenómeno desde lo público y desde la sociedad civil, considerando éste constante y creciente ascenso de dicha población en Chile, siendo además nuestro país el que concentra la mayor cantidad de población migrante en América Latina por su estabilidad política y económica.

Sin embargo, hoy la realidad ha cambiado, actualmente los migrantes vienen a cubrir los puestos de trabajo que los chilenos no quieren tomar y son estos mismos migrantes quienes ven a Chile como una oportunidad económica que sus países de origen no pueden entregarle.

Existen muchos mitos sobre que los migrantes, y el que más se escucha en las calles, es que vienen a quitar el trabajo a los chilenos, lo cierto es que no existe ningún estudio serio que afirme la existencia un sector productivo donde la mano de obra extranjera reemplace a la chilena, esto podría ser fuente de conflicto que debemos prever y solucionar anticipadamente.

Muchas veces el mito también relaciona a población migrante con delincuencia y prostitución, paradójicamente potenciado por medios de información desinformados y conservadores, donde los niveles de intolerancia, son potenciados por componentes racistas y xenófobos, al punto de inventar cifras, lo cierto es que la población penal migrante al año 2015 no superaba el 2,4% de la población penal total, según cifras de gendarmería.

Entonces y en definitiva, ¿cuál es el problema?, el problema yace desde diferentes aristas, la primera arista es que los chilenos le tememos a lo desconocido, así como también le tememos a quien no piensa igual que nosotros, o le tememos a quien tiene un color de piel más oscuro que el nuestro y habla con un acento distinto al nuestro, eso nos hace rechazarlo, negarlo y excluirlo de nuestra sociedad, es cierto, nos encanta la comida peruana, nos fascina que nos cocine y nos atienda un peruano en un restaurant del centro, nos encanta tener como anfitrión de pub o discoteca a una persona de nacionalidad colombiana, por su alegría y sazón con los ritmos caribeños, sin embargo, no queremos a esa comunidad peruana o colombiana avecindada en nuestro barrio, ni mucho menos que se relacione con nuestros cercanos, apreciación que no comparto en absoluto.

La segunda arista del problema dice relación a la política pública de migración, donde claramente el problema acá no es el fenómeno en sí, sino que la política pública que la sustenta, la que data de hace más de 40 años, para ser más preciso de los años 70, creada con un enfoque de seguridad interna y donde claramente el fenómeno era algo que se podía ser totalmente evitable, hasta la actualidad es muy recurrente la perniciosa frase «Chile para los chilenos».

El programa de Bachelet para el 2014- 2018, contemplaba un cambio estructural a la abandonada política migratoria, prometiendo cambios de forma y fondo basados en un nuevo trato hacia los migrantes, con un fuerte enfoque de derechos y construida de forma participativa por los sectores involucrados, sin embargo, y por motivos de agenda y presupuesto que a mi parecer no son para nada justificables, se postergó hasta una futura fecha, lo que para todos es un real misterio, esto deja en evidencia que jamás existió voluntad política para legislar sobre el tema.

Esa poca voluntad política para legislar responde a un alto grado de desinformación sobre la tremenda oportunidad que nos estamos perdiendo, y una irresponsable instrumentalización política.  La población migrante posee en promedio más años de estudio que la población chilena (12,6 años vs. 10,7 años) , muchos de ellos: Colombianos, Venezolanos, Ecuatorianos, Cubanos y Peruanos entre tantos, llegan a nuestro país con títulos profesionales universitarios y/o técnicos calificados como médicos, abogados, ingenieros, contadores y profesores, en ellos el estado chileno invierte la alta suma de $0 en su formación como profesional, y sin embargo, las barreras que se les pone para poder ejercer y validar sus estudios son más grandes que el muro que pretende construir D. Trump, ¡incomprensible!

Hoy en día podemos ver migrantes expandidos por todo el territorio nacional, en que su legado cultural, social y económico es importantísimo para que nuestras generaciones venideras puedan conocer algo distinto a la empanada, la cueca y anticucho, para que sepan que el globo terráqueo no se compone solo y únicamente de chilenos, sino que de muchas razas, colores, costumbres, religiones y etnias, que hacen del mundo y de nuestro país una invaluable mezcla de culturas que con solo conocerlas curan el racismo y la xenofobia, lo cierto es que debemos tener en claro que la uniformidad nos limita social y mentalmente, por lo cual démosle una sensata bienvenida a la diversidad.

Así las cosas, emerge como un gran imperativo el darnos un marco regulatorio legal, que ponga el orden acorde con nuestra actual y futura situación social, pues ya han aparecido migrantes alzando su voz exigiendo derechos que ni siquiera están al alcance para nuestros connacionales; por ello razonablemente creo que no podemos ser complacientes y agentes pasivos, el gobierno debe asegurar que el ingreso al país, la residencia, el desplazamiento, la permanencia definitiva, el desempeño laboral, el egreso, el reingreso, la expulsión y el control de los extranjeros sea regulado mediante una nueva Ley de Inmigración, que en definitiva satisfaga las necesidades administrativas atingentes actuales.

Como corolario sugiero que como sociedad meditemos reflexivamente, de modo tal que cada uno de  nosotros creemos una conciencia de que más que pernicioso este proceso de inmigración resulta ser beneficioso, siempre y cuando exista una política clara, definida, actual, y que propicie el progreso de nuestra sociedad y la humanidad toda.

 

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