Una nueva víctima encontró la mosca de alas manchadas o Drosophila suzukii en la Región de O’Higgins. A las ciruelas y frambuesas, donde ya se hospeda, ahora se sumaron las cerezas, luego de que este jueves el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) confirmara que dos ejemplares de la especie cumplieron su ciclo de desarrollo completo en dicha fruta, desde el huevo hasta el individuo maduro. Con ello se oficializó a la cereza como una nueva hospedera del insecto en la región.
«Hace dos semanas se tomó una muestra en un huerto de cerezas en la comuna de Placilla, se llevó al laboratorio para crianza por diez días y emergió una pareja de individuos, es decir que la mosca cumplió su ciclo de desarrollo completo. Enviamos la muestra al SAG y finalmente ellos confirmaron que esta fruta también es hospedera», explica Paula Irles, académica del Instituto de Ciencias Agroalimentarias, Animales y Ambientales (ICA3) de la Universidad de O’Higgins. La investigadora lidera la iniciativa «Drosophila suzukii, mitigación económica y social», ejecutada por la Universidad de O’Higgins desde abril de 2019.
La detección de las muestras en cerezas fue posible gracias al sistema de monitoreo implementado en la región a raíz de este proyecto, que es financiado por el Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC) del Gobierno Regional de O’Higgins y su Consejo Regional, enmarcado en la Estrategia Regional de Innovación y que busca principalmente capacitar a los fruticultores de la Región en identificación y manejo de la mosca.
«Por este mismo proyecto en febrero de 2020 se detectaron estados inmaduros de suzukii en frambuesas y ciruelos y ahora ocurre lo mismo con las cerezas. Esto demuestra que, a través de nuestro sistema de monitoreo, de trampas y muestreo de frutas, podemos detectar y confirmar con el SAG los nuevos hospederos comerciales en la región; y claramente esta lista irá en aumento rápidamente», señala Irles.
«Esta capacidad de detección se debe al trabajo conjunto entre la Universidad de O’Higgins, el CER, el CEAF y el SAG. Se trata de un trabajo mancomunado asociado a laboratorios de diagnóstico y crianza, que es la forma en que podemos efectuar el monitoreo y el muestreo de la fruta. El SAG apoya, participa y valida esas muestras», agrega Irles.