Las cifras hablan por sí solas. Espero que cuando terminemos de usufructuar de los recursos no renovables como el cobre, el campo nacional no esté tan mal cuando necesitemos echar mano nuevamente a la producción agropecuaria para subsistir.
La historia de nuestro país se inicia de la mano de las labores agrícolas. La influencia incásica en el norte y centro de Chile hizo de la zona un lugar netamente agrícola. Las primeras culturas prehispánicas nacionales fueron agricultores, durante la colonia, se introdujo fuertemente la ganadería, pero los gobiernos hispanos continuaron con una producción agrícola de gran nivel.
En los albores de la República, los gobiernos organizadores de Prieto y Bulnes desarrollaron vastos planes de fomento a la reconstrucción agrícola, para salir a recuperar el campo que había quedado devastado con las guerras de independencia.
Pero llegó el salitre, minería, más dinero, Chile entero se abocó a la producción del mineral y se olvidaron del trigo araucano o del arroz maulino, incluso de las vides de Colchagua. Al inicio del siglo XX, surge la invención del salitre sintético y Chile sucumbió económicamente, adherido además a una grave crisis mundial.
¿A quién recurrió el Estado para recuperarse?, a la agricultura y la ganadería.
Carlos Ibáñez del Campo, para paliar la crisis inició un plan de renovación, continuado por Montero y finalizado por Alessandri (su segundo gobierno). Surgen los gobiernos radicales, creando CORFO y otros organismos de fomento, pero prontamente la mirada cambió.
Las ambiciones de estas instituciones apuntaron a la industrialización y los metales, ya que ahora surgió de nuevo un precioso mineral, el cobre.
¿Qué pasará cuando Chile ya no tenga Cobre?, recordemos que no es un recurso renovable; o peor aún, ¿qué pasará cuando inventen un sustituto al cobre más barato, o cuando otras naciones encuentren cobre (como lo hizo China hace poco tiempo) y no requieran de comprar a nuestro país? ¿El Estado volverá a recurrir a la producción agropecuaria para sustentarse?, pero creo que, para esas alturas, el campo va a estar devastado, esta vez no por guerras de independencia, sino por la mala gestión de los gobiernos en materia agrícola; la preocupación se ha destinado a la minería y la agricultura ha disminuido enormemente su aporte al PIB.
La contaminación y su consecuente calentamiento global, ayudan mucho a las pérdidas de producciones agrícolas en todo el país y ningún gobierno a puesto hincapié en una legislación fuerte contra las industrias contaminantes.
En la página web del ministerio de agricultura apareció, durante el primer gobierno la ex presidenta Bachelet, un documento donde se expone un Plan 2000-2010 para fomentar pequeños y micro empresarios agrícolas, innovación, fomento de aguas, fomento para esto y esto otro… ¿cuánto de ello se ha llevado a cabo?.
En particular, la sexta región, eminentemente agrícola en años atrás, hoy representa solo el 3,7% de las hectáreas sembradas a nivel nacional, siendo la décima región con mayores predios agrícolas, incluso, debajo de la Metropolitana.
Entre 2000 y 2007, las hectáreas sembradas de legumbres, por ejemplo, aumentó en un 0,01%, los cereales en un 1,3%; el promedio de estos siete años es de 108.468 hectáreas sembradas, pero el 2007 las que realmente se sembraron eran inferiores en un 1,2% del promedio y para el 2020 las cifras no son mejores.
Pregunto, ¿será suficiente el fomento a la producción agrícola?
Solo para contrarrestar: Al Transantiago, en el último aporte del gobierno de Bachelet, se le dieron 290 millones de dólares, equivalentes a 154.251 millones de pesos, en minería se invierten cerca de 220.000 millones de pesos, en fomento a pérdidas e innovación y tecnología minera, sin embargo, al fomento de PYMES en el ámbito agrícola, solo 111.597 millones de pesos, muy por debajo de la minería e incluso más bajo que el plan de transporte público metropolitano, proyecto que nació muerto.
Las cifras hablan por sí solas. Espero que cuando terminemos de usufructuar de recursos no renovables como el cobre, el campo nacional no esté tan mal cuando nos encontremos en la necesidad de echar mano nuevamente a la producción agropecuaria para subsistir.